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Santificación

Deseos sedientos y ansias insaciables

Por Santificación

Me retiré a mi lugar habitual de aislamiento, con una paz y una tranquilidad muy grandes, y pasé casi dos horas en mis deberes secretos. Me sentía muy parecido a lo que sentí ayer en la mañana, solo que un poco más débil y agobiado. Parecía depender y estar completamnete aferrado a mi querido Señor; totalmente desenganchado de todas las demás dependencias. No sabía qué decirle a mi Dios, sino solo apoyarme en su pecho, por así decirlo, y dejar salir mis deseos por estar en perfecta conformidad a él en todas las cosas. Deseos sedientos y unas ansias insaciables por una santidad perfecta se adueñaron de mi alma: Dios era tan precioso para mi alma, que el mundo con todos sus placeres era infinitamente repugnante: dejé de valorar el favor de los hombres como si se tratara de piedritas. El Señor era todo para mi, y prevalecía sobre todo, lo cual me deleitó en gran manera. Creo que mi fe y dependencia en Dios rara vez habían llegado a tal nivel. Lo vi como una fuente de bondad, tal que parecía imposible volver a desconfiar de él o volver a ponerme ansioso por cualquier cosa que pudiera sucederme.

Tomado del libro Disciplinas Espirituales para la vida cristiana, de Donald Whitney, pág. 251.

Conocer a Dios es la clave

Por Santificación

George Muller se hizo la misma pregunta que se hace este libro y dio la misma repuesta:

“¿De qué forma podremos lograr esta duradera felicidad del alma? ¿Cómo aprenderemos a disfrutar a Dios? ¿Cómo obtendremos esta porción en El que es todo suficiente y satisface el alma que nos capacitará para dejar pasar las cosas de este mundo al considerarlas vanas y despreciables en comparación? Respondo, esta felicidad debe obtenerse a través del estudio de las Sagradas Escrituras. En ellas Dios se ha revelado a nosotros por Jesucristo…”

La felicidad en Dios viene de ver a Dios revelado a nosotros por Jesucristo a través de las Escrituras. Muller dice; “En ellas llegamos a familiarizarnos con el carácter de Dios. ¡Nuestros ojos son divinamente abiertos para ver lo encantador que es Dios! Y ese Padre celestial, bueno, amable, amoroso es nuestro; nuestra porción por este tiempo y por la eternidad”.

Conocer a Dios es la clave para ser felices en Dios.

“Mientras más conocemos a Dios, más felices somos… Cuando llegamos a estar un poco familiarizados con Dios… nuestra verdadera felicidad …comienza; y mientras más familiarizados estamos con El, más verdaderamente felices llagamos a ser. ¿Qué nos hará tan extremadamente felices en el cielo? El pleno conocimiento de Dios”

Por lo tanto, el medio más importante para luchar por el gozo en Dios es sumergirse en las Escrituras donde vemos a Dios en Cristo con más claridad. Cuando tenía setenta y un años de edad, Mueller habló a jóvenes creyentes:

Ahora…voy a ofrecer algunos pocos indicios a mis jóvenes creyentes en cuanto a la forma de mantener el disfrute espiritual. Es absolutamente necesario… que debemos leer regularmente todas las Escrituras, de modo  consecutivo, y no seleccionando un capítulo aquí y otro allá. Si lo hacemos, permaneceremos como enanos espirituales. Se los digo con mucho afecto. Porque los primeros cuatro años después de mi conversión no progresé, porque desatendí la Biblia. Pero cuando de manera regular la continué leyendo hasta el final relacionándola con mi propio corazón y mi propia alma, progresé verdaderamente. Entonces mi paz y mi gozo continuaron más y más. Ahora he estado haciendo esto por cuarenta y siete años. He leído toda la Biblia unas cien veces y siempre la hallo fresca cuando comienzo de nuevo. De esta manera mi paz y mi gozo aumentan más y más.”

El estaría viviendo y leyendo su biblia por otros veintiún años. Pero nunca cambió su estrategia para la satisfacción en Dios. Cuando tenía setenta y seis, escribió lo mimo que había aprendido por más de cincuenta años: “Vi con más claridad que nunca, que la primera y más grande ocupación a la que debía dar atención cada día era, tener mi alma feliz en el Señor”. Y el medio para lograrlo seguía siendo el mismo.

Tomado del libro de John Piper «Cuando no deseo a Dios. La batalla por el gozo” (pags. 126 y 127).

Uno de los trabajos del Espíritu Santo

Por Santificación

La mayoría de nosotros no somos realistas cuando de se trata de autoevaluarnos, por muy brutalmente prácticos que podamos volvernos al evaluar a los demás. En nuestra actitud hacia nosotros mismos somos románticos soñadores, nos engañamos diciendo que todo va bien, o al menos, lo suficientemente bien, o en cualquier caso que llegará mágicamente un día en el que no necesitaremos llevar a cabo ninguna acción. O como Adán, que culpa a Eva, y Eva que hace lo propio con la serpiente, culpamos asiduamente a otros por lo que no funciona en nuestros matrimonios, familias, iglesias, carreras, etc. Bajo ningún concepto aceptamos responsabilidades por los errores presentes; en ambos casos la raíz de nuestra actitud es la soberbia, que nos dice que los demás deben cambiar pero nosotros no. La complacencia romántica y el ingenio al actuar como el inocente herido se encuentran entre las características que más apagan el Espíritu, ya que ambas se vuelven excusas para no hacer nada en situaciones en las que el realismo exige que hagamos algo y urgentemente. Ambos rasgos sofocan la convicción de pecado en los inconversos y mantienen a los cristianos en un estado muy malo de salud espiritual. No obstante, parte del ministerio habitual del Espíritu Santo es inducir el realismo, tanto en pensamiento como en acción.

 Tomando del libro Caminar en sintonía con el Espíritu de J. I. Packer (pág. 361).

Conocernos y conocer a Dios

Por Santificación

En las famosas frases introductorias de los capítulos de sus Instituciones de la religión cristiana, Calvino observó que nuestra más alta sabiduría consiste en dos partes: el conocimiento de Dios y el conocimiento de nosotros mismos. Él estaba pensando en este conocimiento a la luz de la revelación que el propio Dios hace de sí ante nosotros. Sabemos que nuestro errante caminar nos apartamos del sendero de lo que es verdadero y recto, que somos rebeldes que levantan los puños en señal de desafío al reinado de Dios en la vida. Y solo cuando hemos sondado nuestra propias debilidades, nuestra propia obstinación, nuestra deliberada terquedad, y hemos hecho esto a la luz de quién es Dios realmente, estamos preparados para ver las profundidades de su bondad, justa rectitud y gracia. No lo veremos claramente hasta que anhelemos verle. Y no anhelaremos ver a Dios de esta manera hasta que hayamos estado aterradoramente sobrecogidos en su presencia. Por extraño que parezca, nuestra relación con Dios está establecida, como dijo Lutero, no sobre la base de nuestra santidad, sino de nuestro pecado. Ese es nuestro debút en el conocimiento de Dios.

Tomado del libro Dios en el Torbellino de David F. Wells (pág. 206).

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