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Todos los Posts por

David

Deseos sedientos y ansias insaciables

Por Santificación

Me retiré a mi lugar habitual de aislamiento, con una paz y una tranquilidad muy grandes, y pasé casi dos horas en mis deberes secretos. Me sentía muy parecido a lo que sentí ayer en la mañana, solo que un poco más débil y agobiado. Parecía depender y estar completamnete aferrado a mi querido Señor; totalmente desenganchado de todas las demás dependencias. No sabía qué decirle a mi Dios, sino solo apoyarme en su pecho, por así decirlo, y dejar salir mis deseos por estar en perfecta conformidad a él en todas las cosas. Deseos sedientos y unas ansias insaciables por una santidad perfecta se adueñaron de mi alma: Dios era tan precioso para mi alma, que el mundo con todos sus placeres era infinitamente repugnante: dejé de valorar el favor de los hombres como si se tratara de piedritas. El Señor era todo para mi, y prevalecía sobre todo, lo cual me deleitó en gran manera. Creo que mi fe y dependencia en Dios rara vez habían llegado a tal nivel. Lo vi como una fuente de bondad, tal que parecía imposible volver a desconfiar de él o volver a ponerme ansioso por cualquier cosa que pudiera sucederme.

Tomado del libro Disciplinas Espirituales para la vida cristiana, de Donald Whitney, pág. 251.

La cruz es clave en el matrimonio

Por Matrimonio, Recortes de lectura

Cuando la sombra de la cruz se proyecta sobre nuestro matrimonio vivimos y nos relacionamos de diferente manera. Ya no tememos mirarnos a nosotros mismos ni nos sorprende nuestro pecado. Ya no tenemos que esforzarnos por parecer justos. Le decimos adiós a la acusación y a la autojustificación. Abandonamos nuestro registro de errores. Arreglamos los problemas rápidamente. Y hacemos esto porque sabemos que todo lo que necesitamos confesar ya ha sido perdonado, y lo que necesitamos para cada nuevo paso que tomaremos ya ha sido suplido. Podemos vivir en la luz liberadora de la humildad y la honestidad; ambos nos vemos como necesitados y sensibles pecadores que ya no se defienden ni temen, sino que crecen juntos en su cercanía mutua a medida que también crecen para ser más como El.

¿Quién no quiere un matrimonio así?”

Tomado del libro de Paul D. Tripp “¿Qué estabas esperando? (pág. 72).

La confesión es clave en el matrimonio

Por Matrimonio, Recortes de lectura

La confesión debería ser vista como un maravilloso regalo que cada matrimonio necesita. Debería ser liberador. No debería ser visto como un momento de pérdida, sino como una oportunidad para una ganancia personal en nuestra relación. Nuestra confesión debería ser impulsada por un profundo aprecio y gratitud hacia Dios, quien ha hecho posible para nosotros no tener más miedo a ser expuestos. Por causa de lo que Jesús ha hecho por nosotros, no deberíamos tener que esconder o excusar nuestras fallas. Somos libres de aparentar que somos perfectos, cuando en lo profundo de nuestro corazón sabemos que no lo somos. Hemos sido liberados de tener que negar nuestras dificultades. Podemos ver a los problemas cara a cara con esperanza y coraje porque Cristo ha hecho posible el cambio verdadero, permanente y personal en las relaciones. Comenzar de nuevo de manera fresca realmente sucede y puede ser nuestra experiencia.

 ¿Se está beneficiando tu matrimonio de la libertad de confesión?

Tomado del libro de Paul D. Tripp “¿Qué estabas esperando? (pág. 68).

La adolescencia son años difíciles

Por Adolescentes, Recortes de lectura

El tumulto de los años de la adolescencia no sólo se trata de las actitudes y acciones de los adolescentes, sino también de los pensamientos, deseos, actitudes y acciones de los padres. Los años de la adolescencia son difíciles para nosotros porque tienden a hacer evidente lo peor de nosotros. Es en estos años cuando los padres se escuchan así mismos diciendo cosas que nunca pensaron que diría. Los padres se encuentran a sí mismos reaccionando con acusaciones, manipulaciones por medio de la culpa, y ultimátums, respondiendo con un nivel de enojo que nunca pensaron que fuera posible. Es en estos años que los padres batallan con la vergüenza de estar relacionado con el adolescente que alguna vez, cuando era niño, fue la fuente de gran orgullo y gozo.

Estos años son difíciles para nosotros porque exponen los malos pensamientos y deseos de nuestro propio corazón… Es por eso que las pruebas son tan difíciles, no obstantes son tan útiles en las manos de Dios. No es que cambiamos radicalmente en un tiempo de prueba ¡No! Las pruebas exponen lo que siempre hemos sido. Las pruebas desnudan las cosas para las cuales, de otra manera, seríamos ciegos. Así también los años de la adolescencia exponen nuestra auto-justicia, nuestra impaciencia, nuestro espíritu no perdonador, nuestra falta de amor servicial, la debilidad de nuestra fe, y nuestro deseo de comodidad y una vida fácil.

Cuando los padres comienzan a reconocer, a tomar responsabilidad, a confesar y a arrepentirse de sus propias malas actitudes de corazón y de las acciones que emanan de él, el resultado es una diferencia notoria en la relación con sus adolescentes y en la manera en la que perciben las luchas de los años de la adolescencia. Cuando vemos con preocupación los inminentes años de la adolescencia, necesitamos ver no sólo a nuestros hijos, sino también a nosotros mismos. Los padres que con humildad están dispuestos a cambiar, se ponen en posición de ser instrumentos de Dios para el cambio.

Tomado del libro de Paul D. Tripp, «Edad de oportunidad» (págs. 5-7).

Conocer a Dios es la clave

Por Santificación

George Muller se hizo la misma pregunta que se hace este libro y dio la misma repuesta:

“¿De qué forma podremos lograr esta duradera felicidad del alma? ¿Cómo aprenderemos a disfrutar a Dios? ¿Cómo obtendremos esta porción en El que es todo suficiente y satisface el alma que nos capacitará para dejar pasar las cosas de este mundo al considerarlas vanas y despreciables en comparación? Respondo, esta felicidad debe obtenerse a través del estudio de las Sagradas Escrituras. En ellas Dios se ha revelado a nosotros por Jesucristo…”

La felicidad en Dios viene de ver a Dios revelado a nosotros por Jesucristo a través de las Escrituras. Muller dice; “En ellas llegamos a familiarizarnos con el carácter de Dios. ¡Nuestros ojos son divinamente abiertos para ver lo encantador que es Dios! Y ese Padre celestial, bueno, amable, amoroso es nuestro; nuestra porción por este tiempo y por la eternidad”.

Conocer a Dios es la clave para ser felices en Dios.

“Mientras más conocemos a Dios, más felices somos… Cuando llegamos a estar un poco familiarizados con Dios… nuestra verdadera felicidad …comienza; y mientras más familiarizados estamos con El, más verdaderamente felices llagamos a ser. ¿Qué nos hará tan extremadamente felices en el cielo? El pleno conocimiento de Dios”

Por lo tanto, el medio más importante para luchar por el gozo en Dios es sumergirse en las Escrituras donde vemos a Dios en Cristo con más claridad. Cuando tenía setenta y un años de edad, Mueller habló a jóvenes creyentes:

Ahora…voy a ofrecer algunos pocos indicios a mis jóvenes creyentes en cuanto a la forma de mantener el disfrute espiritual. Es absolutamente necesario… que debemos leer regularmente todas las Escrituras, de modo  consecutivo, y no seleccionando un capítulo aquí y otro allá. Si lo hacemos, permaneceremos como enanos espirituales. Se los digo con mucho afecto. Porque los primeros cuatro años después de mi conversión no progresé, porque desatendí la Biblia. Pero cuando de manera regular la continué leyendo hasta el final relacionándola con mi propio corazón y mi propia alma, progresé verdaderamente. Entonces mi paz y mi gozo continuaron más y más. Ahora he estado haciendo esto por cuarenta y siete años. He leído toda la Biblia unas cien veces y siempre la hallo fresca cuando comienzo de nuevo. De esta manera mi paz y mi gozo aumentan más y más.”

El estaría viviendo y leyendo su biblia por otros veintiún años. Pero nunca cambió su estrategia para la satisfacción en Dios. Cuando tenía setenta y seis, escribió lo mimo que había aprendido por más de cincuenta años: “Vi con más claridad que nunca, que la primera y más grande ocupación a la que debía dar atención cada día era, tener mi alma feliz en el Señor”. Y el medio para lograrlo seguía siendo el mismo.

Tomado del libro de John Piper «Cuando no deseo a Dios. La batalla por el gozo” (pags. 126 y 127).

La obedicencia es un resultado

Por Obediencia, Recortes de lectura

Imagina a un padre que está viendo a su amado hijo jugar béisbol para el equipo que él entrena. Cuando él se sienta en la caseta, ama a su hijo plena y completamente. Si su hijo olvida las instrucciones que le ha dado y lo ponchan, esto no cambiará ni un ápice de su amor por él o su aprobación por él. El hijo está seguro del amor de su padre sin importar su desempeño. Pero el hijo ansiará anotar un jonrón. No para sí mismo-para ganar el amor de su padre- sino por su
padre, porque él ya es amado. Si él no sabe que su padre lo ama, sus esfuerzos serán para él mismo, para ganar ese amor. Sin embargo, puesto que él ya sabe que su padre lo ama, sus esfuerzos son para su padre- para agradarlo. El cristiano está seguro del amor y la aprobación de Dios. Dios está complacido con nosotros en Cristo. Por lo tanto el cristiano anhela obedecer a Dios, n para sí mismo, para que Dios lo salve, sino por gratitud hacia Dios, pues él sabe que ya lo ha salvado. Y así Pablo vive como un “siervo de Cristo”(Gálatas 1:10). La aprobación de Dios nos libera para vivir de una manera que Dios aprueba. El evangelio es tanto una certeza poderosa como una motivación poderosa para vivir en una obediencia radical. No vivimos como Dios quiere para poder convertirnos en Sus hijos sino por gratitud de que ya somos hijos de Dios.

Tomando del libro de Tim Keller «Gálatas para ti» (Pàgs. 37 y 38).

La búsqueda de la verdadera felicidad

Por Disfrutar a Dios, Recortes de lectura

Me encontraba de pie en la librería… Tomé un delgado ejemplar azul del libro de Lewis The Weight of Glory (El peso de la gloria). La primera página cambió mi vida.

“Somos criaturas desganadas, que pasamos el tiempo jugando con la sexualidad, con las bebidas y con la ambición, cuando lo que se nos ofrece es un gozo infinito. Somos como aquél niño del barrio pobre que en su ignorancia quiere seguir jugando con sus pasteles de lodo, pues es incapaz de imaginarse lo que significan unas vacaciones en la playa. O sea, somos demasiado fáciles de complacer”.

Jamás en mi vida había escuchado a alguien decir que el problema del mundo no era la intensidad de nuestra búsqueda de la felicidad, sino la debilidad de la misma. Todo mi ser decía a gritos: ¡Sí, eso es! Allí estaba en blanco y negro, y a mi mente le resultaba convincente por completo: El gran problema de los seres humanos es que somos demasiado fáciles de complacer. Estamos muy lejos de buscar el placer con la determinación y la pasión que deberíamos. Y así, nos conformamos con saciar nuestro apetito con pasteles de lodo en lugar de obtener el deleite infinito …

El hedonismo cristiano no solo dice que debemos perseguir el gozo que promete Jesús, sino que a Dios mismo lo glorificamos en esta búsqueda.

 

Tomado del libro de John Piper  “Los peigros del deleite” (pgs.23-25)

Uno de los trabajos del Espíritu Santo

Por Santificación

La mayoría de nosotros no somos realistas cuando de se trata de autoevaluarnos, por muy brutalmente prácticos que podamos volvernos al evaluar a los demás. En nuestra actitud hacia nosotros mismos somos románticos soñadores, nos engañamos diciendo que todo va bien, o al menos, lo suficientemente bien, o en cualquier caso que llegará mágicamente un día en el que no necesitaremos llevar a cabo ninguna acción. O como Adán, que culpa a Eva, y Eva que hace lo propio con la serpiente, culpamos asiduamente a otros por lo que no funciona en nuestros matrimonios, familias, iglesias, carreras, etc. Bajo ningún concepto aceptamos responsabilidades por los errores presentes; en ambos casos la raíz de nuestra actitud es la soberbia, que nos dice que los demás deben cambiar pero nosotros no. La complacencia romántica y el ingenio al actuar como el inocente herido se encuentran entre las características que más apagan el Espíritu, ya que ambas se vuelven excusas para no hacer nada en situaciones en las que el realismo exige que hagamos algo y urgentemente. Ambos rasgos sofocan la convicción de pecado en los inconversos y mantienen a los cristianos en un estado muy malo de salud espiritual. No obstante, parte del ministerio habitual del Espíritu Santo es inducir el realismo, tanto en pensamiento como en acción.

 Tomando del libro Caminar en sintonía con el Espíritu de J. I. Packer (pág. 361).

Conocernos y conocer a Dios

Por Santificación

En las famosas frases introductorias de los capítulos de sus Instituciones de la religión cristiana, Calvino observó que nuestra más alta sabiduría consiste en dos partes: el conocimiento de Dios y el conocimiento de nosotros mismos. Él estaba pensando en este conocimiento a la luz de la revelación que el propio Dios hace de sí ante nosotros. Sabemos que nuestro errante caminar nos apartamos del sendero de lo que es verdadero y recto, que somos rebeldes que levantan los puños en señal de desafío al reinado de Dios en la vida. Y solo cuando hemos sondado nuestra propias debilidades, nuestra propia obstinación, nuestra deliberada terquedad, y hemos hecho esto a la luz de quién es Dios realmente, estamos preparados para ver las profundidades de su bondad, justa rectitud y gracia. No lo veremos claramente hasta que anhelemos verle. Y no anhelaremos ver a Dios de esta manera hasta que hayamos estado aterradoramente sobrecogidos en su presencia. Por extraño que parezca, nuestra relación con Dios está establecida, como dijo Lutero, no sobre la base de nuestra santidad, sino de nuestro pecado. Ese es nuestro debút en el conocimiento de Dios.

Tomado del libro Dios en el Torbellino de David F. Wells (pág. 206).

La realidad bíblica de los desgraciados gozosos

Por Matrimonio, Recortes de lectura

¿Recuerdas lo que Jesús dijo acerca de la  mujer sorprendida en adulterio? «Por lo cual te digo que tus pecados, que son muchos, han sido perdonados, porque amó mucho; pero a quien poco se le perdona, poco ama» (Lucas 7:47). Si yo, como Pablo (y como David y Spurgeon…) reconozco la inmensidad de mi pecado, viéndome como el peor de los pecadores, entonces reconozco que se me ha perdonado mucho. Allí es donde la realidad bíblica empieza a tener sentido. Empiezo a ver a Dios como realmente es. Su inmensidad se vuelve más grande que mis problemas. Su bondad viene a mi aunque yo no sea bueno. Y por su dabiduría y su poder son visibles en las manera perfectas en que Él obra para transformarme desde dentro hacia afuera.

Así que  nuestro pecado -el mío y el suyo- es indeciblemente feo. Es vil; es perverso. Pero a la vez provee el fondo para un drama mayor. Seremos obras en proceso, tristemente propensos a pecar, sin embargo podemos ser obras gozosas, porque -gracias a Dios- hemos sido redimidos por gracia a través de la muerte y resurrección de Cristo. Nuestros salvador ha venido a rescatarnos de la pena del pecado y a otorgarnos una vida en abundancia por medio del Espíritu.

Cuando dos personas casadas abrazan esta perspectiva de la realidad, y viven en acuerdo con ella, sus vidas y su matrimonio comienza a verse más y más como la imagen que Dios quiere mostrarle a un mundo perdido. Hasta que el pecado sepa amargo, el matrimonio no podrá ser dulce.

Tomando del libro Cuando Pecadores Dicen Acepto, de Dave Harvey.

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