La confesión debería ser vista como un maravilloso regalo que cada matrimonio necesita. Debería ser liberador. No debería ser visto como un momento de pérdida, sino como una oportunidad para una ganancia personal en nuestra relación. Nuestra confesión debería ser impulsada por un profundo aprecio y gratitud hacia Dios, quien ha hecho posible para nosotros no tener más miedo a ser expuestos. Por causa de lo que Jesús ha hecho por nosotros, no deberíamos tener que esconder o excusar nuestras fallas. Somos libres de aparentar que somos perfectos, cuando en lo profundo de nuestro corazón sabemos que no lo somos. Hemos sido liberados de tener que negar nuestras dificultades. Podemos ver a los problemas cara a cara con esperanza y coraje porque Cristo ha hecho posible el cambio verdadero, permanente y personal en las relaciones. Comenzar de nuevo de manera fresca realmente sucede y puede ser nuestra experiencia.
¿Se está beneficiando tu matrimonio de la libertad de confesión?
Tomado del libro de Paul D. Tripp “¿Qué estabas esperando? (pág. 68).