El tumulto de los años de la adolescencia no sólo se trata de las actitudes y acciones de los adolescentes, sino también de los pensamientos, deseos, actitudes y acciones de los padres. Los años de la adolescencia son difíciles para nosotros porque tienden a hacer evidente lo peor de nosotros. Es en estos años cuando los padres se escuchan así mismos diciendo cosas que nunca pensaron que diría. Los padres se encuentran a sí mismos reaccionando con acusaciones, manipulaciones por medio de la culpa, y ultimátums, respondiendo con un nivel de enojo que nunca pensaron que fuera posible. Es en estos años que los padres batallan con la vergüenza de estar relacionado con el adolescente que alguna vez, cuando era niño, fue la fuente de gran orgullo y gozo.
Estos años son difíciles para nosotros porque exponen los malos pensamientos y deseos de nuestro propio corazón… Es por eso que las pruebas son tan difíciles, no obstantes son tan útiles en las manos de Dios. No es que cambiamos radicalmente en un tiempo de prueba ¡No! Las pruebas exponen lo que siempre hemos sido. Las pruebas desnudan las cosas para las cuales, de otra manera, seríamos ciegos. Así también los años de la adolescencia exponen nuestra auto-justicia, nuestra impaciencia, nuestro espíritu no perdonador, nuestra falta de amor servicial, la debilidad de nuestra fe, y nuestro deseo de comodidad y una vida fácil.
Cuando los padres comienzan a reconocer, a tomar responsabilidad, a confesar y a arrepentirse de sus propias malas actitudes de corazón y de las acciones que emanan de él, el resultado es una diferencia notoria en la relación con sus adolescentes y en la manera en la que perciben las luchas de los años de la adolescencia. Cuando vemos con preocupación los inminentes años de la adolescencia, necesitamos ver no sólo a nuestros hijos, sino también a nosotros mismos. Los padres que con humildad están dispuestos a cambiar, se ponen en posición de ser instrumentos de Dios para el cambio.
Tomado del libro de Paul D. Tripp, «Edad de oportunidad» (págs. 5-7).