Cuando la sombra de la cruz se proyecta sobre nuestro matrimonio vivimos y nos relacionamos de diferente manera. Ya no tememos mirarnos a nosotros mismos ni nos sorprende nuestro pecado. Ya no tenemos que esforzarnos por parecer justos. Le decimos adiós a la acusación y a la autojustificación. Abandonamos nuestro registro de errores. Arreglamos los problemas rápidamente. Y hacemos esto porque sabemos que todo lo que necesitamos confesar ya ha sido perdonado, y lo que necesitamos para cada nuevo paso que tomaremos ya ha sido suplido. Podemos vivir en la luz liberadora de la humildad y la honestidad; ambos nos vemos como necesitados y sensibles pecadores que ya no se defienden ni temen, sino que crecen juntos en su cercanía mutua a medida que también crecen para ser más como El.
¿Quién no quiere un matrimonio así?”
Tomado del libro de Paul D. Tripp “¿Qué estabas esperando? (pág. 72).