Thomas Chalmers, en muy conocido sermon suyo que tiene por título «The Explusive Power of a New Affection», sostenía que de nada sirve decirnos a nosotros mismo que tenemos que dejar de pecar. Lo que realmente necesitamos es reconducir aquellos deseos contaminados por el pecado hacia una verdad que libera y transforma: la persona de Dios. Un renovado afecto a Dios es la única cosa que va a liberarnos de deseos pecaminosos.
A veces, somo como niños con un cuchillo oxidado en la mano. Lo que tenemos es peligroso, pero no estamos dispuestos a renunciar a ello. Si le gritamos a un niño con la suficiente energía y autoridad en la voz, puede que nos lo entrege, aunque de mala gana. Pero si le ofrecemos a cambio un juquete atractivo, el cuchillo pronto pasa al olvido. Dile a alguien que deje de pecar y lo más probable es que lo haga parcialmente y a regañadientes. Pero si le ofreces una visión de la persona de Dios en todo su amor y gloria, procurará deshacerse de aquello que impida su relación con Dios (Hebreos 12:1-3).
Tomando del libro Tu puedes cambiar de Tim Chester (pags. 147-148).